EL CINE CLUB UNIVERSITARIO PROYECTA «THE QUIET MAN»

Continúa el Ciclo dedicado a "Clásicos" de John Ford y Fritz Lang.

Este martes 5 de junio, El Cine Club Universitario proyectará la película The Quiet Man (El hombre tranquilo) del director John Ford, el tercer film del Ciclo titulado “Clásicos: Lang vs. Ford”.

La película se proyectará, como es costumbre, en el Auditorio de la Medioteca Municipal Mariano Moreno (Av. Sabattini 40) a partir de las 20:30 hs. La entrada es libre y gratuita.

Reseña

A pesar de lo que afirma el título, este filme no trata en realidad de un hombre que ya es tranquilo, sino que más bien se enfoca en la vida de un personaje que desea encontrar la tranquilidad en su existencia. Sean Thornton (John Wayne) regresa desde Estados Unidos a su pueblo natal, Innisfree, una pequeña villa imaginaria de Irlanda con características paradisíacas en donde, supuestamente, debería reencontrase consigo mismo, olvidar su oscuro y misterioso pasado en la ciudad y obtener la calma y el descanso que tanto desea. Al margen de la idealización del país de sus padres – uno de los tópicos presentes en el cine de Ford –, una de las claves que nos permiten comprender la trama del filme surge cuando la paz inicial que irradia este sitio idílico, se descubre superficial y se desvanece para dejar lugar al conservadurismo y a la rigidez de las costumbres de un pueblo perdido en el tiempo y alejado de la ciudad, elementos que ponen a prueba la paciencia, la prudencia y la tranquilidad que el protagonista se autoimpone constantemente. De hecho, cuanto más se empecina en mantenerse imperturbable y calmo, más rechazo obtiene de sus nuevos vecinos y más lejana ve la tranquilidad que vino a buscar. En el intersticio de este aparente contrasentido se revelan los verdaderos motivos del regreso del héroe a sus orígenes y del intento infatigable por olvidar las culpas de su pasado. Precisamente, sólo cuando reconozca, asuma y enfrente ese pasado y esas culpas, las diferencias y los conflictos comenzarán a desaparecer. Es un poco como descubrir la famosa metáfora del león que le presenta la cara al viento para que el mismo le peine la melena y pueda ver así con claridad hacia dónde debe ir y cómo tiene que resolver aquello sus problemas. Thornton debe seguir de alguna manera el ejemplo del león para convertirse en el hombre tranquilo.
Con una habilidad maestra, Ford diluye la pizca de moralismo que disemina en esta historia a través de personajes realmente encantadores y pintorescos, graciosos y, en algunos casos, admirables. La capacidad para construir momentos cinematográficos artificiales, pero al mismo tiempo sumamente atrapantes, dan cuenta de la justeza y de la armonía con que maneja su arte: las posiciones de la cámara, el ritmo que adquiere la duración de cada plano, de cada escena y de cada secuencia, el equilibrio presente en cada uno de los movimientos efectuados por los actores, parecen generados con la misma precisión con la que Leonardo pintaba sus cuadros, o con la que Mozart desarrollaba sus partituras. En este manejo de la justeza y de la armonía que parece natural, pero que seguramente es producto del oficio adquirido luego de una vida entregada al cine, quizás se encuentre el verdadero sentido del clasicismo atribuido a John Ford.

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