TERRITORIOS MUDOS QUE CUENTAN HISTORIAS

Nota por Analía Godoy reflexionando sobre el patrimonio arquitectónico de la ciudad.

Territorios habitados, en donde solo el cielo es testigo perpetuo de lo que ocurre, territorios comunes, en donde las historias se multiplican para nosotros, territorios con el habla suspendida que gritan con prudencia la necesidad de nacer cada día. Territorios vivos que ansían la mirada para ser presente.

Caminar por nuestra ciudad es sumergirse en un mundo lleno de historias, territorios habitados por palabras contenidas en objetos, objetos de saber y
memoria. Guido Guerzoni define patrimonio cultural como “un conjunto de bienes heterogéneos que se transforman con el tiempo, que se ubican en el corazón de un proceso de historización y que se revela como un vehículo de tradiciones culturales específicas”. Así es que viviendas antiguas, mansiones históricas, esculturas, lenguas y saberes constituyen el patrimonio cultural de un lugar.

Nuestra ciudad es un territorio que guarda, muchas veces sin saberlo, parte de la historia de todos, huellas de los orígenes, los inmigrantes, el ferrocarril, las instituciones, leyendas, vida y muerte de personalidades que marcaron la historia, el patrimonio es el registro vivo de lo que queda cuando todos se van, lo inmutable ante el cambio permanente. van, lo inmutable ante el cambio permanente.

El patrimonio nos refleja el pasado, mirar las silenciosas superficies, nos devuelve historias y reflejos de voces antiguas que quieren ser escuchadas
para no morir.

El reconocimiento colectivo es un instrumento de lucha contra el olvido y la destrucción, destruir es borrar, silenciar y perder parte de lo que configura la identidad de nuestra ciudad. El reconocimiento será en tanto exista la comunicación, comunicar es compartir palabras para que estas sean en tiempo presente y futuro. Comunicar es democratizar el acceso a los bienes patrimoniales, difundir es una condición necesaria para su vitalidad.

El patrimonio se constituye y se transforma dentro de territorios comunes, habitados, silenciosos y vivos, territorios que narran y educan. Territorios
que necesitan la mirada, mirada que revitaliza, que hace visible lo cotidiano, mirada que sorprende y atraviesa muros para recuperar historias y ser
cómplice del tiempo y la vida.

Cuanto mayor intervención tenga una gestión o comunidad, mayor será la posibilidad de que se constituya un patrimonio vivo y cuidado.