PIÑAS VAN, PIÑAS VIENEN

El CumbiaCore fue como una noche de verano, tragos tropicales y mucho color generaron el contexto ideal para que las bandas se lucieran.

Los tragos tropicales y todo el colorido de la ambientación del Centro Vecinal de la costanera, simbolizaron el amor por la música de las tres bandas que llevaron adelante el CumbiaCore Festival. Festival que nos llevó por un momento a esas noches de verano donde se respira buena onda y que no dan ganas de irse a dormir. Y así fue, porque ofrecieron tres shows completamente diferentes entre sí, lo que hizo que el tiempo se pasara demasiado rápido.

Todo esto sin dejar de lado lo que en verdad une a Harén, Los Songlines y Madre Chicha, que además de una amistad forjándose entre sus integrantes, tiene que ver con las propuestas musicales. No hace falta ahondar demasiado en cada uno de estos tres proyectos para darse cuenta que una de las cualidades que fácilmente se puede visualizar es la originalidad de sus estilos, fusionando diferentes géneros o maneras de hacer música, en una búsqueda por crear una propia.

Harén por su parte, sería fácil decir que su principal influencia proviene del rock de los ´70, lo cual es cierto, sin embargo suena definitivamente contemporáneo, se nutre del nuevo rock y trasciende las barreras de aquella época. El nombre mismo, que define el concepto global de la banda, es una muestra de ello, invirtiendo el sentido del Harén (conjunto de mujeres que rodean a un Jeque árabe) con una líder femenina que marca el camino con una actitud deslumbrante arriba del escenario.

La entrega fue total, sonando impecable y con poco tiempo de existencia, la banda ya se posiciona muy bien de cara al futuro, con mucho camino por recorrer.

Los Songlines es otro de los casos que les escapa a las etiquetas de géneros musicales, tienen distorsión, mucha energía y velocidad en sus canciones, pero no son precisamente una banda de punk-rock. Su último disco es una prueba de que son mucho más que eso. En el CumbiaCore demostraron una vez más que no le pesan los desafíos y que a pesar de la juventud de sus integrantes, en el momento de la verdad redoblan la apuesta. Ya que a la formación original le sumaron un tecladista que los acompaño en gran parte del show y además agregaron vientos: saxo, trompeta y flauta.

De esta manera, el show mutó en una fiesta ska-reggae-surfer, predisponiendo al público a moverse y acercarse cada vez más al escenario.

Todo quedó listo para que Madre Chicha realizara el cierre de una noche impecable, y no fueron la excepción. El que ya conoce la banda sabe con qué se va a encontrar en cada uno de sus recitales, incluso en los que realizan de manera acústica, bajando el ritmo y los decibeles, la gente termina bailando igual. Sonido latino, cumbia-rock con sonidos electrónicos y mucha onda, hicieron que la gente se termine de desinhibir, se ubique bien cerquita de los parlantes y no deje de pedir otra cuando parecía que llegaba el final.

El festival hermanó a tres bandas con muchas ganas de llevar su música a lo más alto, apostando por ellos mismos, grabando discos, creando conceptos que abarcan lo sonoro, vestuario, visual y puesta en escena, invirtiendo mucho tiempo y algo más.

El final nos tuvo a nosotros arriba del escenario para realizar el sorteo de discos y piñas –para los tragos tropicales- entre todos los presentes. Nadie se acordó de la lluvia.

 

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