MONÓLOGOS DE PERSONAJES SIN CUENTO: #2

"Deconstrucciones de la época" es la segunda entrega de esta columna literaria. Por Tebby Vargas.

Deconstrucciones de la época

Hola, mi nombre es Marta Andino, compro 3 kilos de carne molida en la semana, y no te preguntes para qué. Hace 53 años que vivo en el mismo lugar,

Me mudé a los 7 años acá. Mi familia tenia un sex-shop, allá por el año 1960. Era bastante inusual en la época, de hecho los productos eran de madera y distintos metales, piedra y hasta vidrio, tenían dildos (consoladores) de todo tipo.

Los trajeron de Filipinas mis padres, en un viaje que hicieron en el velero que fabricó mi tío, cuando se recibió de ingeniero aeronáutico.

Yo no existía. Todo lo que mi memoria puede llegar a recordar son extensas charlas de sobremesa en mi casa, anécdotas, después de los tres platos que nos servía nuestro mayordomo. ¡Si!, éramos bastantes burgueses, a pesar de que mis padres fueron los primeros en el país en tener un sex-shop, les había ido muy bien…

Tenían clientes de todos lados, que realizaban compras y guardaban muy bien el secreto, ya que en esa época, bueno… las cosas no eran como ahora…

Un nuevo negocio había sido el ‘boom’ entre toda la sociedad, pero nadie hablaba de eso, de hecho todos lo guardaban en el silencio y no lo comentaban entre ellos…

Las entregas eran sin ver a quien te vendía. La metodología era bastante rústica, nunca supe bien…

La cuestión es que durante ese tiempo, se descubrió que las familias del pueblo comenzaron a separarse.

Las mujeres huían con sus hijos dejando a sus maridos. Como si se hubieran dado cuenta de algo.

Esas situaciones se habían convertido en moda. Las mujeres de los barrios se reunían ocultándoles a sus maridos sobre estos encuentros y en los bares, cantinas, entre alcohol, cigarrillos y charlas obscenas los hombres discutían sobre esta revelación.. todos se preguntaban el porqué.

Todos estos revuelos llegaron a los oídos de mis padres y consecuentemente a las conversaciones de sobremesa de mi casa.

Era dramático lo que estaba pasando, el pueblo era chico y todos se conocían, la mujer del intendente se separó de él, la mujer del panadero también lo dejó y nadie sabe a dónde huyó con sus hijos.

El gerente del banco casi muere de sobredosis de alcohol cuando se enteró que su mujer iba a dejarlo…
Así…mil historias más, que concluían en divorcios, peleas matrimoniales, parejas que parecían perder el afecto. Y todas esas personas eran clientes de mis padres.

A pesar de lo dramático, en mi casa se tomaba con humor.
Había risas en cada chisme que se contaba y en cada historia existía una moraleja…quizá fue que ya había pasado mucho tiempo y ahora podía verse con gracia.

Sin lugar a dudas el emprendimiento familiar había separado a muchas parejas…

No muy tarde, luego de algunos meses de este “fenómeno”, un muchacho llegó a una cantina con algo envuelto en diario que no podían entender…
Lo pone sobre la mesa y dice… «oigan, miren lo que encontré en la habitación de mi ex señora” – apoya sobre la mesa un dildo -. Todos quedaron atentamente mirando hasta que uno dice «Lo ven? Ahí está la respuesta muchachos, no se pongan celosos pero creo que a ninguna señorita le interesa descubrir un orgasmo en un imbécil con sentimientos… ¿a caso no ven? es nuestra culpa.”

Dicen que desde ese momento, las juntadas en el bar empezaron a ser menos. Muchos padecían depresión, hasta el psicólogo del pueblo no daba a basto…

El consolador quedó en la cantina luego de esa reunión y todos se fueron…
El dueño se quedó con él…
y nunca mas se habló del tema…

Al año siguiente la cantina dejó de existir, cambió su nombre, puso un cartel que decía “Tribilín” y se transformó en un bar en donde solo iban hombres…

Ya los señores no se juntaban como todos los viernes a charlar de sus problemas matrimoniales, donde a todos les pasaba lo mismo.

Al fin y al cabo,
mis viejos terminaron cambiando la manera

de comprender

El placer.

*Por Tebby Vargas.