A MEDIA PÁGINA #6: ATRÁS

Si tuvieras la oportunidad de contar la historia de tu vida, ¿Por dónde empezarías? Por Hernán Cuello y Santiago Ruartes.

ATRÁS

Si tuviera que contar mi historia lo haría como en esas películas que te muestran primero el final y después el porqué llego hasta ahí. El final es arrastrándome y suplicando por mi vida, con las dos piernas ensangrentadas yendo cuerpo tierra queriendo salvar mi existencia de una muerte inminente, pido clemencia y perdón por todos mis pecados. Yo no quise hacerlo le digo a mi torero, solo que este, en vez de una espada de estoque tiene una nueve milímetros con el número limado para que no puedan rastrear el arma homicida, descarga todas las balas en mi cuerpo con saña, como si disfrutara lo que está haciendo. Luego se retira el Caín de Abel dejándome en la vereda a las boqueadas. No puedo pedir auxilio porque cada palabra esbozada hace que mi boca se inunde de sangre y no pueda siquiera despedirme.

Me arrastro unos metros hasta la vereda, no voy a ser uno de esos que mueren en la calle interrumpiendo el tránsito, después tienen que frenar los autos hasta que alguien se digna a llamar a los bomberos o policía.

Mi historia empieza desde muy pequeño, siempre me dediqué a la parte ilícita, es la mejor manera de llegar a ser alguien, porque tenes que llegar a ser alguien decía mi vieja, nunca me dijo como, «ser alguien» era el camino a seguir. Y fui alguien. Alguien muy importante. Alguien de respeto. Todo empezó por un amigo que me vio idóneo para este puesto, al principio no me animé y me costó muchísimo aprender, como dice la canción “un negocio muy difícil de explicar y fácil de enseñar”.

Contrabandeábamos piezas que llevaban implícito ciertos movimientos, como instrucciones que no podían ser borradas, que ponían en jaque a las bases de muchos comportamientos, y a partir de allí las piezas comenzaban a moverse. Conseguíamos elementos únicos, invaluables para el momento en el que estábamos viviendo, ejemplares originales de Pablo Neruda o quizás alguna obra única de Quinquela Martin. ¿Nuestro principal objetivo? Generar una pregunta ante todo hecho. Ya no existían las imprentas, los libros u obras de arte replicadas, todo estaba en su formato borrador u original, pero ¿copias? Solían valer lo mismo en el caso de encontrarlas.

Tavo, quien me inicio en esto, me explicó, sin olvidar su muletilla “espera un poco y escucha”, lo importante muchas veces no era a quien, sino lo que estábamos trasladando, y era cierto, aunque ese día no fue así. Contrabandear este tipo de objetos significaba para el sistema romper con toda una línea de deforestación mental que venían gestando hacía un par de años con la llegada de otros elementos más “sofisticados” para nuestra sociedad. Y lo que nosotros hacíamos era talar toda imposición que se nos presentara, ese era nuestro estilo. Este negocio también tiene complicaciones, y ese día en la terraza, nos jugó una mala pasada.

Debíamos coordinar una entrega con un nuevo cliente, y nos encontramos en una terraza para poder negociar. Era un viejo menudo, usaba bastón y unos lentes para ver, estaba acompañado con una persona de seguridad. Lo que pedía fue el desencadenante de lo que sucedió, quería desabastecer el mercado negro, y estaba dispuesto a pagar lo que fuese para obtener todas las obras, lo cual iba en contra de nuestro plan.

Los movimientos debían darse de forma progresiva y abarcar un espectro de personas y lugares para que el toque final surja en todos lados, brindar todo el material solamente a un solo cliente resultaba entonces imposible.

Lo único que recuerdo de todo ese meollo fue Tavo quien recibió un disparo antes de poder negarse, su muletilla quedó a la mitad, en cuanto a mí corrí lo más rápido que pude al edificio vecino, salté hacia el otro techo y sentí un fuerte ardor en la espalda, baje por la escalera de bomberos como pude y terminé en la vereda, un auto con un color pastel se estacionó a un costado, bajó el vidrió y dijo ahora ya puedes escuchar.

Por: Hernán Cuello y Santiago Ruartes.