LAS ESTACIONES DEL ESPACIO: PAISAJES PRESTADOS

¿Cuánto observamos del paisaje urbano cuando salimos a la calle? De todo esto nos estamos perdiendo.

Calles teñidas de ocre, quizás un tanto amarillo por momentos. Cae el sol, y el violeta del cielo contrasta en armonía. Las lucecitas se encienden y el dorado es la mejor compañía del azul. Pronto llegan las brumas heladas, casi como ceniza volátil entre los árboles oscuros que se recortan en siluetas infinitas, desapareciendo. Tajantes sombras contornean la siesta. Y el calor, rebota en cada muro con aroma a café. Viene el viento. Mueve cada partícula ocre oscuro. Claro, siempre a contramano. Porque el viento no pensó cada obstáculo, y gris polvo de repente. Porque entonces cada ráfaga quiso doblar la esquina equivocada, buscando un algarrobo. Tanto, que crecieron las flores y algún que otro aroma a césped húmedo. Claro que Siempre Verde, repetido como copa al revés tantas veces se pueda, casi como consigna indiscutible de vecindad.

Si, como copa al revés repetido cuantas veces se pueda. Porque se viene la navidad y su aroma se hace brindar.

Las brisas se encajonan para ese entonces, cansadas de tropezar cada esquina equivocada. Comienzan a descansar en cada muro, calentándolos. Tanto, que vibran al unísono con cada artefacto artificial, de esos que enfrían el aire o quitan humedad, o no sé exactamente. Y así, a fuerzas llega el ocre, quizá amarillos por momentos a esta ciudad construida a contramano, de paisajes prestados, muros repetidos, de algarrobos olvidados.

Por Ayelén Zucotti.