LA NOCHE DE UN DÍA INOLVIDABLE

Paul McCartney se entregó por completo al público cordobés y nos dejó una huella imborrable.

Paul McCartney deslumbró a todos con un show que no sólo quedará tatuada en la retina de cada espectador, sino que ya es parte de la historia. Un Beatle estuvo en Córdoba, un beatle tocó en córdoba, un beatle emocionó a todos hasta las lágrimas y también hizo reir a todos con un saludo bien cordobés “¡Hola Culiados!”.

Cuando se empezó a conocer la noticia de su recital en nuestra provincia, nadie creyó que esto podía llegar a ser más que un rumor infundado, incluso cuando ya era un hecho su llegada por primera vez en la historia a Córdoba Capital ni pellizcándonos unos a otros, hacía que se vaya la desconfianza de que sea posible, de que fuera real.

Y quizás no estábamos tan equivocados, porque fue una experiencia completamente irreal, surreal, onírica, digna de los mejores sueños de cualquier amante de la música. Grandes, niños, adolescentes, jóvenes, abuelos, todas las generaciones completas fueron parte de las más de 40 mil personas presentes, todos bañados por la música de una época que es eterna, que tiene un principio, 1963, pero que no tiene un fin.

En el momento justo cuando el sol desapareció por completo, “A Hard Day`s Night” dio inicio a una noche madre de todas las noches, con un sonido estremecedor, unas  pantallas enormes con una calidad de igual magnitud y luces lasers y efectos lumínicos creando la atmósfera para cada canción: como por ejemplo la formación de una casa de campo detrás de los músicos, generando una sensación de tridimensionalidad visualmente fuera de serie.

Sin dudas el show fue de menor a mayor, o mejor dicho de mayor a mayor, pasando  por cada uno de los momentos que le tocó vivir  a Sir Paul dentro de la música, desde  la semilla de Los Beatles que fue el grupo “The Quarrymen” con la canción “In spite Of All The Danger”, hasta sus canciones más nuevas con su banda de hace ya hace 14 años, como “Queenie Eye” o “new”, dándose el lujo también de tocar algunas rarezas como “Temporary Secretary”.

Un recital de tal magnitud, con un artista de una grandeza inabarcable para la capacidad intelectual humana, obliga a intentar captar absolutamente todo lo que sucede alrededor, con los cinco sentidos, y abrazar esos recuerdos para siempre.

Como por ejemplo, el esfuerzo de una pareja de ancianos, muy ancianos, que subieron todas las escaleras necesarias sin ayuda alguna, para ubicarse bien en el medio de la platea alta, apoyándose uno en el otro, caminando con muchísima dificultad, bastón de por medio. Imaginar la emoción de esas personas al poder disfrutar de, seguramente, el ídolo de sus adolescencias, tan enormemente lejano en aquella época, supera todo el gran esfuerzo que les habrá costado encontrar su ubicación, sin descontar el comprar las entradas y llegar hasta el estadio, o el hecho de tener que bajar en medio del show por alguna urgencia, y volver a subir, quedandose hasta el final. Eso ya es demasiado.

Explosiones en el escenario y fuegos artificiales arriba para “Live and let die”, Paul elevándose hacia el cielo en “backbird” con una flor creciendo debajo de él, la emoción infinita en su canción escrita para su “gran amigo John”, “Here today”, al igual que sucedió cuando recordó a su «compadre George” con una inolvidable versión de “Something”, algunos otros ejemplos.

Hasta el público fue participe de lo visual en canciones como “Let it be” o “Hey Jude”, convirtiendo el estadio en una marea de luces blancas, con sus celulares, que estremecía hasta al más duro plateista amargado con los que se paraban a bailar.

La lista de hits y de puntos altos de la noche es interminable, fueron dos horas y media sentimental y emocionalmente muy fuertes, donde casi sin descanso McCartney entregó todo lo que tenía para dar: “Lady Madonna”, “Eleanor Rigby”, “Back in the U.S.S.R”, “Yesterday”, “Can`t buy my love”, “We can work it out”, “The fool on the hill”, “Band on the run”, “Birthday”, “Ob-La-Di, Ob-La-Da», entre muchas otras más.

El cierre no podría haber sido mejor, con el increíble enganchado final del último disco grabado por Los Beatles, «Abbe Road» («Let It Be» se grabó antes aunque se editó posteriormente). Desde “Golden Slumbers” hasta “The end”, terminando con la frase final que quedó para la posteridad y con la que Los Beatles dijeron adiós: “Y al final, el amor que recibes, es igual al amor que das”.

De esta manera, Paul Mc Cartney se despidió de nuestra provincia, con su carisma juvenil característico intacto, hablando –leyendo- mucho en castellano entre canción y canción y dejándonos a todos con la piel de gallina, a partir de anoche y para siempre… piel de gallina para siempre.

 

Fotografía del Facebook oficial de Paul McCartney.