LA MEMORIA Y EL DESPUÉS: UN CAMINO PARA NO OLVIDAR

Reseña por Roque Guzmán.

*El documental La Memoria y el Después se exhibirá hoy, jueves 09 de mayo, a las 21.30 horas en el Espacio INCAA Villa María.

Puede parecer una paradoja, pero luego de ver la propuesta cinematográfica de Eduardo Feller, la audiencia necesitó de unos minutos. Y es que ejercer la memoria, parece que implica también construir -al menos- una pequeña distancia que permita soportar emocionalmente el desafío.

La memoria y después es un film que conmueve, pero no a base de la artificialidad que acostumbra el cine de impacto; por el contrario, la construcción del relato es el suelo firme por el cual transitan Sara Rus, su hija y su nieta.

La mujer sobrevivió al Holocausto nazi, llegó a la Argentina para construir un futuro y ese tiempo la enfrentó con otra muestra de la crueldad del ser humano: la dictadura militar. Sara es Madre de Plaza de Mayo línea fundadora con un hijo desaparecido en 1977.

Casi como un aire de época, la “memoria” se instala en muchas de las producciones culturales que llegan al público en estos últimos años. En el caso del documental testimonial de Feller, esa memoria no es un proceso obligado, se asimila misteriosamente a lo que cotidianamente realizamos. Se hace presente en una charla de desayuno, pero también en un viaje a lo más profundo de la infancia. Aparece y desaparece de manera tan natural en los 75 minutos que dura la película que se convierte en un ejercicio para el espectador, uno en el que, el desafío no es recordar, pero sí acercarse un poco a lo que implica ese “recordar”.

Una canción en Idish, casi recitada por la protagonista da comienzo al largometraje. “¿Entendiste lo que dice?” se escucha de la voz de Sara. Lo siguiente es un viaje, pero no uno al exterior, sino uno al interior de cada uno, un camino que recorre los procesos de la memoria y plantea el status que le damos, no sólo como sociedad sino también a título personal.

“¿Cuál es la distancia justa con el pasado?”, se interroga la nieta de Sara. Si buscamos la respuesta quizás no la encontremos en el film, tal vez la pregunta está ahí para que nos la hagamos cada uno de nosotros a partir de ver esta película. Y creo que para eso tiene sentido la artificialidad de la acción de ir a un espacio cerrado, en la oscuridad junto a otras personas que no conocemos, a pasar minutos frente a una pantalla que refleja la luz.

Que el cine nos deje algo y no que se lleve algo de nosotros, es lo que siempre espero.

Sara Rus no olvida, pero eso no le dificulta vivir una vida plena, desbordar alegría, energía y además de contagiarla; no sólo a las personas que la rodean sino también a quienes participamos de la experiencia cinematográfica de “La memoria y después”.

Nota por Roque Guzmán.