LA HISTORIA DE UN NIÑO Y SU HÉROE DE DEPORTIVO WILDE

Nuestra reseña de "Aráoz y la verdad" obra que realiza el Elenco de Teatro Independiente de Villa María.

Estuvimos presentes en el pre-estreno de «Aráoz y la verdad» adaptación teatral realizada por Gabriela Izcovich de la novela de Eduardo Sacheri y que fue levada al escenario por el Elenco de Teatro Independiente (ETI) de Villa María. La misma se puede ver este y todos los sábados de agosto en Mística Casa Cultural a partir de las 22 hs.

Un decisivo partido de fútbol marca la vida, no solo de dos de los jugadores protagonistas de la jugada que determinó el descenso de categoría de Deportivo Wilde, sino también de un niño fanático que vio cómo su máximo ídolo, Perlassi, no pudo parar al “Tanque” Villar, jugador de Lanús que marcó el gol definitivo a 5 minutos del final.

Veinticinco años después,  este niño defraudado ya es una persona mayor, Aráoz (Leonardo Negro), pero no ha podido olvidar el desenlace de esa jugada final en la que corrieron mano a mano “El Tanque” y Perlassi. Este último, en aquel tiempo era un ya mayor y consagrado aguerrido número 5, que era conocido por no dejar pasar a nadie: o robaba la pelota o bajaba al rival de una patada. Pero nada de eso sucedió en este misterioso hecho, aún teniendo la oportunidad de bajarlo cometiéndole infracción, no lo hizo y por ello fue acusado por toda la prensa y por sus propios hinchas de haberse vendido por plata. Dejándose ganar y mandando a su equipo, el que lo vio nacer, al descenso.

Esa acusación fue lo que más le dolió a Araoz, la idea de que Perlassi haya traicionado al equipo al cuál había vuelvo luego de su exitoso paso por Europa, para jugar gratis y retirarse allí, no le entraba en la cabeza. Tan es así que, motivado por un drástico cambio en su vida, decidió ir en busca de la verdad y realizar un largo viaje hasta el pequeño pueblo de “O´Connor”, dónde su ídolo se exilió tras ese fatídico partido.

Sin suerte, en vez de encontrarse con el antiguo número 5 de Deportivo Wilde, se encontró con su empleado, Lepori (Walter Stauble), en la Estación de servicio que, según se rumoreaba, Perlassi había comprado con la plata del soborno. A partir de allí, comenzará un amistoso y profundo ida y vuelta entre Lepori y Aráoz, mientras pasan los días esperando la llegada de la única persona que podría develar qué fue lo que pasó realmente en aquel recordado encuentro de fútbol.

La fuerza de esta obra ahí radica, en esa relación circunstancial entre estas dos personas que al parecer no tienen nada en común, pero que poco se van forjando una relación cada vez más cercana, hasta el punto tal de compartir momentos muy íntimos y de mostrarse muy vulnerables el uno con el otro.

El viaje de Araoz va mucho más allá de un partido de fútbol, sino que como muchas veces pasa, carga las frustraciones de toda su vida en este solo hecho. Yendo en busca de la verdad de algo que pasó hace 25 años se escapa de su presente que lo atormenta y sin darse cuenta destapa cosas de su infancia que le generaron mucho dolor, viviendo con un padre borracho y golpeador.

La profundidad de los diálogos y la ciclotímica relación entre estos dos protagonistas, necesariamente requiere de un desarrollo actoral casi perfecto, donde la actuación parece desaparecer y los personajes se convierten, aunque sea por instante, en personas reales, toman cuerpo y lugar como si cobraran vida al ser interpretadas. Es por eso que cabe mencionar que todo lo dicho anteriormente, es un fiel reflejo de lo que sucede cuando Walter Stauble se convierte en Lepori y Leandro Negro en Araoz, llevando adelante una interpretación tan exquisita como impecable, nutriéndose uno del otro y potenciándose de manera conjunta.

La emoción llega cuando la obra comienza a encaminarse hacia el final, donde ya pudimos familiarizarnos con la historia personal de los protagonistas, factor que termina de dar forma a sus personalidades y lo que genera una gran empatía cuando el círculo narrativo termina por completarse. Posiblemente el nudo llegue a la garganta y las lágrimas a los ojos, porque la verdad que Araoz busca finalmente sale a la luz y sin dudas es el punto más alto, tanto actoral como narrativo.

Es para destacar el enorme trabajo tanto de Mística, un nuevo lugar para el teatro independiente y diferentes actividades culturales, como del ETI, desde donde se realizó una ardua labor de producción para que la ambientación escénica sea un factor que sume al desarrollo de las actuaciones. El realismo de los elementos, donde el mate era mate, el café era café y el asado era asado, jugó un papel fundamental en la conexión del espectador con la obra, ya que la proximidad de los asientos al escenario permite dar cuenta de esos detalles.

Una jugada, una acusación, un misterio, una decepción, una obsesión, un chivo expiatorio, una verdad. El pasado y presente se entrelazan en la historia de una persona que, abrumado por su caótica vida, le pide respuestas y soluciones a su ídolo de la infancia, del cual aún conserva su poster de El Gráfico.

Foto de nota por WAM.