GASPAR BENEGAS EN VILLA NUEVA: LA MÍTICA DE LOS REDONDOS SIGUE VIVA

Crónica por Rocío Ponce.

30/1/2025

Bajo unas pocas luces y con un público compacto, comenzó el show. La escenografía minimalista, casi despojada, reforzó la idea de que lo verdaderamente importante era lo que sucedía en el escenario: la música y su poder de transformación. El bullicio impaciente se apagó de golpe con los primeros acordes icónicos de Los Redondos. Se había anticipado un fogón al calor de enero y la profecía se cumplió. Durante una hora y media, los himnos resonaron enganchados en los dedos de un guitarrista que parecía un hombre orquesta: Gaspar lo podía todo. Trajo el estadio al galpón, la masividad a la intimidad y convirtió el repertorio en un viaje en el tiempo.

Un cantante exquisito, como portavoz del Indio, transmite la esencia de Los Redondos con alta fidelidad. La emotividad de Juguetes Perdidos, la picardía oscura de Me Matan Limón, las letras comprometidas del Indio solista y el pogo de JIJIJI chorreaban pueblo y resistencia. Cada canción era un guiño a la memoria colectiva, un vínculo entre generaciones unidas en la mística redonda. Los que crecieron con sus discos en los 90s encuentran en artistas así un eco de lo que ese fenómeno cultural significó, y el concierto dejó claro que ese legado es importante en el contexto actual.

La leyenda de los Redondos sigue viva y el rock continúa siendo un espacio de encuentro. En un mundo cada vez más saturado por la música comercial y los algoritmos que dictan tendencias, el rock con su actitud contestataria mantienen algo inexplicable prendido. Para los que no son parte del ritual, les parecerá mersa, groncho, grasa, falopero, sobrevaluado. Los prejuicios a su alrededor parecen multiplicarse más que extinguirse. Pero no necesita validación social: mientras haya una guitarra, una voz y un puñado de canciones que canten todos, el rock seguirá existiendo.

Por: Rocío Ponce.