ESCRITORES DE LA CIUDAD – CARLOS ROBLEDO

Carlos Robledo - Estudiante del Profesorado de Lengua y Literatura en Universidad Nacional de Villa María.

¿Qué fue lo que te llevó a escribir?

Tuve la suerte de encontrarme con un grupo de jóvenes que asumen a la expresión artística como algo cotidiano y necesario. Cantan, tocan diferentes instrumentos, pintan, dibujan, escriben y demás. En algún momento me sumaron como amigo y ahí se despertaron mis ganas de escribir, que creo ya traía conmigo. Y por supuesto, me considero bastante torpe en la oralidad y las palabras escritas me tienen más paciencia.

¿Cómo definirías tu estilo en esta faceta?

Cuando empecé a escribir por gusto fue con bastantes rasgos poéticos. Sin embargo, este último año y medio en la UNVM tomé contacto con dos géneros literarios que me fascinaron: el cuento y el ensayo. En un sentido que agrupe todo lo que escribí puedo decir que cada texto que hice tiene igual o mayor valor subjetivo que objetivo. Principalmente porque en la subjetividad se afianza el vínculo escritor-lector.

¿Cuál es tu fuente de inspiración? ¿Sobre qué te gusta escribir?

Más que nada mi humor. Mi humor funciona de filtro y de fuente al mismo tiempo. Provoque o no gracia, creo que el humor denota mi intención como autor.  Hay veces en que la primera línea es un firme argumento, que lleva a una posterior reflexión; y otras veces quiero decir algo, que divierta y/o emocione como me pasaría a mí.

 

 

EL AÑO DEL REVÉS

 

Nadie sospechaba que después del brindis del 31 a la noche seguiría el año del revés. Todo parecía tan natural que no despertaba sospechas, como si hubiese un acuerdo.

Sin embargo, en un enero sofocante, los trabajadores de todos los rubros se iban de vacaciones como les concede la ley. Las únicas entidades que no pararon de trabajar fueron los juzgados, tribunales, cortes, cámaras federales, consejos y demás recintos al servicio público y de la ley. Ese enero no hubo feria. En los cafés que siempre se reúnen estos representantes del pueblo, las charlas empezaban con “¿Terrible el calor eh?” o “Ahora que están todos de vacaciones llegás rápido a cualquier lado”. También se escuchó a varios jueces quejarse de los cortes de luz y de las noches que no corría viento.

Aunque todavía estábamos en temporada alta, los trabajadores del rubro turístico quisieron tomarse sus días mientras todavía fuese verano, y en febrero cerraron los hoteles en la costa y las cabañas del sur y los parajes serranos. La gente acostumbrada a la euforia de la playa se fue a descansar a la calma de las estancias del campo en la llanura pampeana. Los patagónicos llegaron al norte del país mediante el recorrido inverso de sus indicaciones publicitarias de la ruta 40. Los habitantes de los pueblos serranos, cansados de los arroyos y el aire puro, se recorrieron las grandes ciudades apreciando la altura de los edificios, conociendo la producción en serie y el smog. Las municipalidades de dichas metrópolis actuaron rápido con una campaña para prevenir a los turistas sobre el cuidado que hay que tener en los barrios que se inundan cuando llueve de golpe.

Los estudiosos del fútbol dicen que la revolución comenzó en marzo de ese año. Coincidieron en que el abanderado de la “rebelión” fue el jugador argentino del que todo el mundo habla y elogia. Ese jugador decidió terminar el contrato que tenía con un club europeo y se vino a jugar al club de sus amores. Al ser un ejemplo, dentro y fuera de la cancha, los demás jugadores argentinos en el exterior empezaron a volver de a uno. La liga de clubes argentinos se volvió tan competitiva y de tal nivel que el problema económico ya no fue más. Los sponsors que patrocinaban a los clubes en Europa se vinieron para acá. Los clubes dejaron de contratar a pataduras que “defendieran” los colores a las piñas cuando no les daban los pies para jugar.

El rubro agropecuario siguió siendo la principal actividad nacional. Todo abril se tiñó de un gran conflicto entre el gobierno nacional y el campo representado por cuatro sectores empresariales del agro. Hacía unos pocos años que el valor de los cereales como la soja y el trigo habían trepado a un valor histórico. Y por eso mismo apareció la ley de retenciones para la repartición de riquezas. Los empresarios del agro propusieron la ley al gobierno y este último no estaba de acuerdo. Así tal cual, la gente del campo empezó a movilizarse y a pedir al país entero que los ayude para que se promulgue la ley. Aseguraban que “al campo lo defendemos entre todos en la crisis y el campo nos tiene que ayudar a todos cuando anda bien”. Un par de meses después de tanta discusión, el vicepresidente de la nación en su cargo supremo en la cámara de senadores votó el desempate “sí positivo”. Muchos que anhelaban pudieron adquirir su parte de tierras para trabajar. Los sectores empresariales del agro nunca habían tenido tantos adheridos.

Durante el día del trabajador, por ley nadie está obligado a trabajar. Aprovechando la oportunidad, el Ministerio de Trabajo de la Nación acordó desde el día 02/05/año-del-revés que todos los negocios con empleados pasarían a ser cooperativas. Haciendo hincapié en que los empleados dejarían de ser tales y pasarían a ser socios con su correspondiente cantidad de acciones. Así se aclararía todo tipo de conflicto empleado-jefe y así la dedicación individual con el esfuerzo conjunto fuera la base del ingreso merecido.

Precisamente el 03 de junio se hizo una ceremonia para entregarle la jubilación al último soldado argentino. Las fuerzas armadas presentaron su renuncia y se dedicaron al servicio del país ante catástrofes naturales. Mucha gente se asustó y se sintió indefensa hasta que el ministro de defensa aclaró en los medios: “Nuestro país no precisará más personas que dediquen sus vidas a carreras militares, porque no volveremos a pisar armados un terreno en conflicto bélico. Nuestra defensa nacerá de la razón, se afirmará en la palabra y se confirmará en nuestros actos”.

Estamos acostumbrados a llevar, durante la semana de alguna fecha patria, una escarapela en el pecho. El 09 de julio del año del revés todos en el país nos abrochamos una cinta con mitad celeste y blanco y mitad negro. Cuando los profesores de historia relataron la historia contada desde acá, los alumnos propusieron llevar media cinta negra como distintivo y la gente en sus casas estuvo de acuerdo. La cinta celebraría la fecha patria y honraría sin olvido a las personas que fueron víctimas antes de que tuviéramos de quien independizarnos. Recordamos a los argentinos antes de tener límites. Conmemoramos el luto y luego celebramos la independencia.

La verdad es que estaban todos preocupados. En los comedores las ollas de chocolatada perdían el calor y tuvieron que tapar las facturas y tortas por las moscas que daban vuelta. En las jugueterías nadie podía entender que no se vendía nada y sobre todo que no había chicos esperando, pispiando de reojo o pegados a las vidrieras deseando tal cosa y tal otra. El día del niño no se celebró como los otros años, porque todos los niños, toditos todos, estaban jugando.

Hubo una gran reunión entre los altos cargos del gremio de transporte y posteriormente amenazaron al gobierno con un paro total que inmovilizaría al país si no se cumplían sus condiciones. El gobierno no cedió ante la actitud matona y al día siguiente se hizo el paro. Ese septiembre los choferes y dueños de todo tipo de transportes pararon y tal cual como habían advertido “los capos”, el país se inmovilizó. Los trabajadores del transporte pararon, pero pararon de aportar a esa especie de guerrilleros gremiales. Decidieron pagar directamente a los servicios que precisaban, como la atención médica y regular la estabilidad económica de los choferes sin descuidar el gran vuelto de las obras. El paro fue unánime y el pueblo quedó asombrado.

Los rumores en el gobierno eran cada vez más graves y nadie podía asegurar nada. Las decisiones políticas siempre tienen sus seguidores y sus opositores, es normal. Pero en este caso la repercusión de una nueva ley tomaría un volumen tan grande que podría tener una consecuencia informativa como si fuera un tsunami. El 10 de octubre se aprobó la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. En su oficina, el principal jefe del monopolio mediático piensa “Menos mal, ya me aburrí de decidir que noticias existen y que noticias no existen”.

Justo para la fecha de exámenes finales del sector educativo, los funcionarios del Congreso instalaron una carpa blanca frente al edificio de la UTE en protesta por el bajo nivel educativo general. Mientras los maestros se presentaban ante sus alumnos en las instituciones educativas, diputados y senadores de todo el país se sumaban a la fuerza en la carpa con frases simbólicas como “Cumplir horario es trabajo solo de los relojes”, “¿Qué significa ser un 5 promedio?”, “Todos los alumnos de la clase merecen atención docente”, “Si la mayoría de la clase no aprobó significa que el docente no hizo la tarea”, etc. La protesta que resultaría histórica duró bastantes días y tuvo repercusión en todo el país. Muchísimas familias brindaron su apoyo y colaboración. Casi dos décadas después, el mismo país donde estuvo la carpa blanca, elegiría un gobierno que propondría exactamente lo opuesto al esfuerzo de los bastante olvidados días.

La crisis política en diciembre era palpable. La gente voluntariamente se congregó en la Plaza de Mayo para que se la escuche. El caos entre funcionarios era porque tenían que dejar su cargo y el pueblo salió a la calle para pedir “que se queden todos”. La policía y la gendarmería se hicieron presentes con un gran desfile. Los políticos entendieron ese día que llena más el reconocimiento al servicio que todo el poder de un cargo. El pueblo aplaudía a la ley que los oficiales hacían cumplir y que los gobernantes, con razón, supieron conseguir.

El 31 a la noche parece que se terminaba el acuerdo. Al día siguiente, a primera hora ya figuraba el acuerdo de feria en cámaras y tribunales.