ESCRITORES DE LA CIUDAD – Franco Gerarduzzi

Recibido de la Tecnicatura en Periodismo y estudiante de la LIc. en Comunicación Social.

Franco Gerarduzzi, Técnico en Periodismo y estudiante de la Lic. en Comunicación Social, nos sigue obsequiando sus escritos para que los compartamos con todos ustedes, les dejamos aquí, otra de sus creaciones…

DECRÉPITAMENTE BELLA

Ahí está, en un pequeño rincón de la habitación. Fatigada. Exhausta. Resignada.
Lo espera, acompaña y mira desde ese recodo lejano y a la vez tan cercano. Tan frío y tan cálido. Tan sólo y tan poblado.
Ahí, en esa mesita de luz, está Juana: intacta en la fotografía. Intacta. Con un semblante níveo en un verano triste que desde hace años sabe a mates fríos. Que sabe a galletitas con mermelada en una mesa desierta. Que sabe a cigarrillos que se consumen en siestas turbadas de soledad.

Ahí está, con sus ojos celestes, cansados, a punto de ahogarse en un mar que hoy la custodia en una casa de cristal. Y sonríe. Sonríe con una mueca que emprende una travesía y atisba almuerzos donde sus nietos se relamen con sólo sentir el aroma de postres pintando paladares de chocolate y vainilla. Un camisón blanco la envuelve y vela un cuerpo que, con calma, se pudre. Se pudre y duele. Se pudre, duele y se muestra imperturbable ante ruegos que se desgranan en lágrimas ruidosas que recorren, ligeras, los carrillos amoratados y sin gracia de don Julio para estallarse contra el vacío de su alma.

Ahí está Juana. Con sus rizos que desaparecen en noches abandonadas que ya no amanecen. Noches y rizos agrisados que caen con cada parpadeo y pasan frente a sus ojos burlándose, mofándose de su poder absoluto. Y descienden riéndose a gritos roncos que estrangulan el pecho de don Julio. Ahí está Juana y su cáncer.

Es diciembre. Otra vez es diciembre. Otra vez el mismo diciembre taciturno de aquellos días. Es de noche y es como esa noche. Don Julio, en la habitación, toma la fotografía y la mira. La besa, le habla: “te quiero” le susurra, “te quiero mucho”. “Te extraño querida”. Y parece que la imagen recrudece ante esas palabras azucaradas de desespero. La quiere en su cama y la extraña en el desayuno y en las flores que ya no riega. La besa en la boca, en las mejillas, en la frente, en las manos. Besa cada escondite de ese cuerpo que sólo él conoce. Don Julio mira a su mujer decrépita. Pero para él, decrépitamente bella.