EL CINE CLUB UNVM PROYECTA «THE MAN WHO SHOT LIBERTY VALANCE»

Continúa el Ciclo dedicado a "Clásicos" de John Ford y Fritz Lang.

Este martes 12 de junio, El Cine Club Universitario proyectará la película The Man Who Shot Liberty Valance (El hombre que mató a Liverty Valance) del director John Ford, el tercer film del Ciclo titulado “Clásicos: Lang vs. Ford”.

La película se proyectará, como es costumbre, en el Auditorio de la Medioteca Municipal Mariano Moreno (Av. Sabattini 40) a partir de las 20:30 hs. La entrada es libre y gratuita.

Reseña

Ransom Stoddard (James Stewart), reconocido senador del Congreso de los EE. AA., explica a un periodista por qué ha viajado con su mujer (Vera Miles) para asistir al funeral de su viejo amigo Tom Doniphon (John Wayne). La historia empieza muchos años antes, cuando Ransom era un joven abogado del Este que se dirigía en diligencia a Shinbone, un pequeño pueblo del Oeste, para ejercer la abogacía e imponer la ley, con una maleta cargada con libros de leyes por todo equipaje. Poco antes de llegar, la diligencia fue atacada y Stoddard resultó forajido llamado Liberty Valance (Lee Marvin), que tenía aterrorizada a toda la comarca.
El western alcanza su forma clásica a finales de la década del 30, quizá con La diligencia (Stagecoach, 1939, John Ford), y se agota a mediados de los 60, quizá con El Dorado (1966, Howard Hawks). Unos treinta años que arranca con la creación de una tipología de personajes y situaciones, una épica, una ética y una estética, y finaliza con una escena de patrulla nocturna a través de la calle principal de un pueblo, protagonizada por un par de héroes viejos, cansados y maltrechos. Continuara con lo que conocemos como el “western crepuscular” de Sam Peckinpah o los “spaghetti western”, de Sergio Leone entre muchos otros.
El Hombre que mató a Liberty Valance vendría a ser entonces como el canto del cisne de una manera de hacer películas del Oeste, de contar esas historias inmortales de sheriffs, pistoleros, ganaderos, granjeros, soldados de caballería, pieles rojas, forajidos, mujeres abnegadas o de vida airada y demás fauna. Ya no es simplemente una historia de buenos y malos, fuertes y débiles, justos e injustos o valientes y cobardes. Las características del héroe clásico se han desdibujado, la realidad y los personajes son un poco más complejos.
El filme permite una lectura eminentemente simbólica, que ilustra a la perfección el desarrollo del oeste norteamericano, el paso de una a otra fase de su historia cotidiana, del parto violento y doloroso al crecimiento irresistible. E igualmente simbólicos son todos y cada uno de sus principales protagonistas. Ransom Stoddard representa la modernidad, la integridad personal, la capacitación técnica, la apuesta decidida por el imperio de la ley y por la democracia como forma de gobierno. En contraposición, y a pesar de su acrisolada honestidad, Tom Doniphon es un hombre que pertenece al Antiguo Régimen, que conserva la vieja mentalidad de la Frontera y sigue pensando que la ley debe ampararse y mantenerse con las armas en la mano. Hallie, que podría representar a la propia tierra, ingenua y virgen, aun por desbrozar, por cultivar, es el objeto de disputa y deseo entre Ramson y Tom, se debate entre ambas concepciones. Se decanta, finalmente, por aquel que le enseña a leer y a defender sus derechos. Liberty Balance es el paradigma del salvajismo y la barbarie en estado puro, de la ley del más fuerte, la del látigo y el colt, al servicio no del capitalismo, sino de un feudalismo primario que propugna la más absoluta libertad de acción para los grandes propietarios, en este caso ganaderos, y el avasallamiento, aplastamiento o en último extremo la aniquilación física de quienes osen oponérseles, discutiendo sus privilegios.
Por suerte estamos lejos ya de esa crítica, más bien miope, que despachaba a Ford en cuatro líneas, como a un mero representante del “cine reaccionario norteamericano”. Hoy, afortunadamente, sabemos que este acendrado conservador, partidario de instituciones tradicionales y muy amigo de sus amigos, fue siempre más allá de las torpes etiquetas ideológicas que enarbolan los mediocres, y dijo con su cámara verdades como puños acerca de los seres humanos, sus motivaciones más íntimas, sus razones más profundas, y la manera de comportarse entre ellos. Por eso le saludamos como a un clásico, como a uno de los más grandes, una personalidad que habita en el mismo Olimpo que los Chaplin, Lang, Welles, Hitchcock, Wilder, Rossellini, Hawks o Kurosawa.

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