EL CINE CLUB UNIVERSITARIO PROYECTA «VIVIR»

El ciclo titulado “El cine de Akira Kurosawa” continúa este martes con entrada libre y gratuita.

Mañana, martes 25 de julio, continúa el ciclo titulado El cine de Akira Kurosawa propuesto como siempre por el Cine Club Universitario, con la proyección de Vivir (Ikiru). La misma tendrá lugar, como es costumbre, en el Auditorio de la Medioteca Municipal Mariano Moreno (Av. Sabattini 40) a partir de las 20:30 hs. La entrada es libre y gratuita.

El ciclo comenzó el pasado martes 18 de julio con “Rashômon” y, además de la de esta semana, continuará con la proyección de Los siete samuráis el día 1 de agosto y finalizará con Yojimbo, el guardaespaldas el martes 8.

 

Reseña 

Si tuviésemos que ordenar la basta filmografía de Akira Kurosawa, podríamos decir que, en líneas generales y desatendiendo a muchas excepciones de difícil ubicación, existen dos grandes grupos en los que se encierran la mayoría de sus filmes: por un lado, están todas las películas ambientadas en el medioevo japonés, con sus castillos y sus pequeñas aldeas típicas pobladas de samuráis, emperadores y geishas; y por otro lado, a su vez, aparecen las películas urbanas, dedicadas a retratar la vida y la manera de ser de los hombres y mujeres del Japón contemporáneo a su director. Vivir, de este modo, se ubicaría en el segundo de los grupos aquí propuesto.

Encuadrado así, el filme de Kurosawa inicia con el retrato de una persona aparentemente común y corriente del Japón de los años ‘50. Watanabe es un oficinista perdido detrás de su escritorio, e inmerso en la pila de papeles que, luego de treinta años de servicio, han pasado a ocupar el lugar más importante de su vida. A su alrededor pululan otros empleados, algunos más jóvenes, desinteresados e irresponsables; otros más experimentados, serios y sobre todo atentos al momento en que el protagonista abandone su puesto de jerarquía para poder ocupar su lugar. Hasta aquí, todos los personajes parecen “vivir”, algunos mejor, otros peor, pero al fin todos respiran, se alimentan, aparentan relacionarse entre sí, y fundamentalmente, trabajan.

La existencia así desplegada, sin embargo, no es más que una apariencia de vida, una ilusión organizada de acuerdo a un sistema ocupado en despersonalizar a los individuos para volverlos funcionales al mismo. Kurosawa nos presenta una imagen muy desdibujada, casi una caricatura de lo que involucra el acto de vivir. Esta vida inauténtica, entonces, no hace más que mantener en un sueño profundo y aletargado a la genuina existencia. Pero, ¿qué se necesita para despertarla? ¿Qué acontecimiento es lo suficientemente fuerte como para desbloquear un sueño sistemáticamente profundizado a lo largo de treinta años? En la respuesta a esta pregunta, el realizador evidencia la condición paradojal que posee el ser humano; el único acontecimiento capaz de llevar a cabo semejante empresa, no es más que aquel que parece oponerse por completo al hecho de vivir, es decir, la muerte. La noticia de una muerte inminente produce en Watanabe el cambio radical que necesita para comenzar a vivir, luego de treinta años de haber mantenido su existencia en el más burocrático de los suspensos.

La conciencia de la muerte, por lo tanto, es lo que trae el ánimo de la vida, pero la vida entendida en este otro y nuevo sentido contrasta como el blanco sobre el negro con respecto a la otra. Vivir es aquí sinónimo de florecer, resurgir y abrirse uno mismo hacia afuera, principalmente hacia el otro, categoría ésta desaparecida en un mundo en donde sólo importa el yo y nada más que el yo. Watanabe florece entonces como un verdadero héroe urbano y anónimo, de esos que realizan actos de los más simples y básicos, pero con un plus que los convierte, en el contexto, en hecho extraordinarios; el personaje ayuda a los demás desinteresadamente, los escucha, los acompaña, los entiende.

En este sentido, finalmente, Vivir expresa, más allá de las clasificaciones, que el secreto de vivir – valga la redundancia – trasciende todas las épocas, las culturas y los paisajes, escondiéndose mucho más cerca de lo que en realidad parece, y demostrando, por lo tanto, que la dificultad que nos implica la felicidad viene más por el error en el camino recorrido, que por la meta a la que el mismo debería conducirnos.

Año: 1952

País: Japón

Duración: 143 min.

Dirección: Akira Kurosawa

Guion: Akira Kurosawa, Shinobu Hashimoto, Hideo Oguni

Producción: Sôjirô Motoki

Fotografía: Asakazu Nakai

Montaje: Kôichi Iwashita

Música: Fumio Hayasaka

Elenco:  Takashi Shimura, Shin’ichi Himori, Haruo Tanaka, Minoru Chiaki, Miki Odagiri