BLABLATORIO 17: SENTIRME AMADO EN LA TIERRA

Mauro Guzmán en esta ocasión escribe sobre las bondades de expresarse, ya sea de manera oral o escrita.

SENTIRME AMADO EN LA TIERRA (INCLUYE EJERCICIOS DE ESCRITURA BLABLAQUIÁTRICA)

1.Curriculum. Hace unos años trabajaba en un Taller de Literatura para pacientes psiquiátricos. Yo más bien los veía activos y blablaquiátricos. Amo la blablaquiatría y pienso que blablar sana o, al menos, puede aliviar el camino de la mente. Es un puente entre yo y mi salud. A mí me dolía mucho la mente, a mí me apretaba la angustia como un gorrioncito entre los puños de un camionero. Y blablar vino a salvarme. No sé si me salvó, pero acá me tienen con paz en la cabeza. En alguna época alguien me escuchó (me sigue escuchando) y me dijo cosas que yo no sabía (me sigue diciendo) y fue como si mi cuerpalma o mi cabeza recibieran agüita fresca. Pero yo trabajaba en un Taller de Literatura con activos blablaquiátricos. En realidad el Taller era más oral que escrito. Pero varios de los pacientes no blablaban más que un sí o un no. ¿Cómo se hace un Taller? ¿Cómo se hace una palabra del otro? No sé, pero yo llevaba mi voz en mi cuerpo, les hablaba con la voz mía y esperaba. Ahí venían sus voces. Y qué voces, vos vieras. Solían ser breves, decían montones con un poquito de lenguaje. Capaz que eso es algo de lo poético: una habla condensada, una voz que dice mucho con pocos ruiditos. Cuando uno escucha a alguien que habla está bordando una red. Esa red atrapa algunas cosas. La gente que no sabe pescar, sólo atrapa los peces grandes, los que están llenos de agua conocida. Los que entrenamos nuestro oído no atrapamos más peces que otros, pero aprendimos a escuchar cuándo un pez chiquito se escapa por los espacios de la red bordada. A ese pez hay que seguir. Y sólo tendremos rastros: el agua movida, el sonido húmedo, un reflejo, y eso es todo. Eso se llama escuchar al otro. Escuchar al otro también puede ser un acto de amor. Cualquier acto de enseñanza cambia cuando en el medio pasa una correntada amorosa. Un libro de Susana Aselle y Dorida Pereyra sobre los Talleres de lectura y escritura en espacios de salud tiene este epígrafe: sin intuiciones ni afectos, no puede haber ni inteligencia ni sentido (André Gorz).

2.Por qué. Benedetti cuenta que una revista le preguntó a 400 escritoras y escritores de 28 países: ¿por qué escribe? Algunas respuestas: escribo para saber por qué escribo (José Donoso), para que mis amigos me quieran más (García Marquez), escribo para no tener frío (Rachid Boudjedra), para compartir la soledad (Osvaldo Soriano), porque soy un animal escribiente (Doris Lessing).

3.Hablar sana. a)Piglia entrevistado por Alan Pauls: porque yo me he dado cuenta de algo, digamos, escribiendo esos textos ¿no? porque yo durante una época pensé que la locura tenía que ver con el silencio, y ahora me doy cuenta que la locura es decirlo todo. Eso es lo imposible, lo insoportable, lo, lo que pone la relación con el lenguaje en un punto muy extraño ¿no? el loco es el que dice lo que los demás no dicen, lo que no se atreven a decir, lo que no pueden decir por convención, etcétera ¿no?; b) Le tengo rabia al silencio/ por lo mucho que perdí, / que no se quede callado/ quien quiera vivir feliz (Atahualpa Yupanqui)

4.Ejercicios de escritura blablaquiátrica. A mi Taller con activos blablaquiátricos acostumbraba llevar juegos de habla y grabarlos. Una vez jugamos a la Casa Rara: pensar situaciones en que los personajes usan las cosas de su casa de un modo extraño. Me dijeron esto: Es un psicoanalista que era medio pobre. Y además tenía como un problema en la mente que a él le parecía que si atendía a sus pacientes, con su matrícula, en vez de en un consultorio, en su casa, en la cama de él, iba a curarlos mejor. Y con el juego de contar un recuerdo hermoso de la infancia me hablaron así: cuando era chico mi papá me hizo un barrilete, era el que volaba más alto. Lo estaba usando y vino un tipo, que ahora es jubilado de la policía, y me lo cortó. Me lo cortó. Le pregunté si el tipo estaba vestido de policía en ese momento, y cómo se lo cortó. Dijo que no, y que con una gillette. Y que un amigo suyo, un poco más grande, le pegó una cachetada al que ahora es jubilado de la policía que lo dejó sentado. Después se escondió tres días en la casa por miedo a que lo agarren. Otra persona contó que se enamoró a los ocho años, de un tal Agustín, pero que no hubo reciprocidad. Otra, que le gustaba hacer tortas cuando su mamá vivía, porque se sentía protegida. También alguien dijo: había policías y personas normales. Me llamó la atención la presencia de policías en los relatos. Suelo pensar que las cosas que me llaman la atención de la voz de los otros, hablan, a la vez, de la voz de los otros y de la voz mía. Señora lenguaje, abráceme. Cuide mi barrilete.

5.Qué querés. En Página/12, Saccomano escribe algo sobre Carver. Termina: el último poema de Carver se titula Último fragmento y puede leerse como auto-epitafio: ¿Y conseguiste lo que/ querías de esta vida?/ Lo conseguí./ ¿Y qué querías?/ Considerarme amado, sentirme/ amado en la tierra.

Por Mauro Guzmán.