A MEDIA PÁGINA #5: EL RECUERDO

Una cámara de fotos llena de momentos naturales y espontáneos, que son más que simples registros. Por Hernán Cuello y Santiago Ruartes.

El recuerdo

Cuando el río tenía la corriente baja, podía pasar andando con mí bicicleta, los mejores momentos eran por el atardecer cuando volvía de jugar con mis amigas, los colores que se reflejaban en el agua era lo que me gustaba, un predominante color lila que se mezclaba con el naranja y amarillo de fondo, que solo duraba unos minutos, el ambiente y la energía era algo único.

Pareciera ahora que eso va a quedar atrás pronto, verán, hay situaciones que son determinantes en nuestras vidas, la anterior por ejemplo son recuerdos que quedan impregnados en nuestra memoria, en nuestra nostalgia; esto es algo determinante, es un acto de justicia frente a su contracara, aunque resulte irónico que lo que estoy por hacer sea tomado como un acto delictivo por lo que propone nuestro libro de leyes.

Entre otras cosas tengo que cambiar de libros, mi ropa, y hasta mí forma de actuar, el día a día resulta atroz. Quizás todo comience con burlas, y luego con distanciamiento, era algo inevitable mis amigas no lo iban a entender, aunque estoy juzgando muy rápido, y eso ya debería haber quedado atrás.

Dejé mis lentes, ya nos lo iba a necesitar por un tiempo, el acto de ver era algo que me aterraba últimamente, y luego de esto solo iba a necesitar descansar por un largo tiempo, también iba a tener mucho en que pensar. Me despedí de la persona que más me marcó en mí vida, en el buen sentido, mi abuelo, aunque intenté explicarle de forma breve lo que quería hacer, no hubo caso en que entendiera, quizás estaba sumido en esos recuerdos que tanto nos cuesta soltar. En un tiempo donde soltar está de moda amarrarse a una ilusión puede ser un acto revolucionario.

¿Qué hacer con tantas cosas terrenales? Una a lo largo de toda su vida acumula cosas porque importa el detrás de escena, lo no dicho, guardé boletos de colectivo porque sus números sumaban la primer letra de tu nombre, también aquellos en donde el número se puede leer tanto del derecho como del revés, capicúa creo que le llaman, número gusano prefiero decirle, eso me hace pensar en los gusanos cuando parece que se van a morir y luego renacen en una mariposa dotada de infinita y efímera belleza, prefiero los gusanos, prefiero lo que se tiene en potencia antes que el acto mismo, porque el acto supone un desgaste total de energía y ¿luego qué? Lo que está dado en potencia tiene la cualidad de atraer, de ser revelado en cualquier momento, comparable con los preparativos de una fiesta, me gustan más los días antes que la celebración en sí.

Las fotos, me detengo en cada una, las reviso una y otra vez, pensar que saque miles pero solo he revelado noventa, de esas elegiré tres, la primera pienso regalársela a mi abuelo, es de cuando llegué a casa con mi mochila de dinosaurios, toda empapada y con la cámara de fotos intacta, apenas me abrazó le dije si podía sacarme una foto así como estaba ¿No preferís bañarte y ponerte ropa seca? Recuerdo que me dijo y yo insistí en que me sacara así, me gustan capturar los momentos al natural, no aquellos donde mantenés una sonrisa forzada hasta que el camarógrafo hace click, la segunda foto se la voy a dejar a Ana, es una captura de unas masitas quemadas, como nos reímos esa tarde, ella quiso replicar la receta de la abuela y tardamos como tres horas en hacerla, al final nos olvidamos que estaban en el horno y se quemaron, le saque una foto porque nos tentamos hasta que nos dolió la panza, que recuerde, donde podés reír hasta que te duele la panza ahí es, ahí quedate.

Y yo hace rato que no río.

La última foto es de mi antigua casa, la de hace muchísimos años, esa se la voy a dejar a Lucas, él sabrá qué hacer con ella y donde buscarme después de que todo haya pasado. Estoy pensado que los discos también se los voy a regalar, no son muchos pero cada uno tiene algo especial para mí, obvio él lo va a intuir y si no lo intuye mejor, que lo haga como se hace con la música, si te eriza la piel es esa.

Ropa no tengo mucha así que van a parar a la hoguera, mis poemas los libero a éter para que les sirvan de consuelo a alguien más, la poesía siempre salva.

Demasiados recuerdos para esta vida. Con la ropa puesta me acuesto en el río, el agua me acaricia el pelo y la espalda, no me tapa así que puedo sacar una última foto del lugar. Cierro los ojos y escucho que la creciente está por llegar. Es momento.

Por: Hernán Cuello y Santiago Ruartes.